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La cohesión social en los pueblos y su importancia para frenar la despoblación

Divagaciones de psicología social desde el pueblo

Los pueblos siempre han gozado de un buen tejido social. La vecina que te da huevos de sus gallinas. El niño que recoges del colegio porque sus padres un día no pueden. El que te deja la motosierra para la leña. Quien te baja a Jaca porque no tienes coche. Aquellos con quienes decides comenzar un proyecto. El bizcocho que le das a tu vecina por el detalle de los huevos. Imagina un conjunto de células que funcionando unidas consiguen dar forma a un individuo. Exactamente así funciona el tejido social, personas que unidas hacen funcionar a un organismo mayor.

Estas relaciones entre personas junto a estos objetivos en común conforman el  tejido social de nuestros pueblos (y ciudades), y son fundamentales para frenar la despoblación. ¿Que por qué? Porque cuando las personas se unen con valores y principios en común, y bien encaminados, pueden generar grandes cosas. Si comparamos los servicios, las ofertas culturales y deportivas, las alternativas de los pueblos con las de las ciudades, encontramos una brecha que parece producida por el hacha de un gigante. Si sumamos a estas diferencias en los servicios, o en el ocio, la concentración heterogénea de habitantes en los distintos núcleos de población, o la ruptura del entramado tradicional de las relaciones (que potenciaba el tejido y la cohesión social), la extensión geográfica de nuestro territorio, las limitaciones en lo material, así como la ausencia de locales sociales que actúen como espacios de reencuentro, el envejecimiento de la población y mil aspectos más, nos encontramos con un panorama desolador para el tejido social de nuestros pueblos. Pero todo esto no debe servir para desanimarnos, sino para reflexionar, para pararnos a pensar, analizar todas las variables y actuar para mantener ese tejido que caracteriza a los pueblos, esa familiaridad, esa cercanía interpersonal, ese “no sé qué” rural y esos favores entre vecinos.

Cuando pensemos en el futuro de los pueblos debemos hacerlo no sólo desde el desarrollo económico, sino tratando de definir un modelo de desarrollo integral y horizontal, teniendo en cuenta el desarrollo cultural, ecológico, la salud ambiental, el valor y la integración social, y en definitiva la calidad de vida. Y para el futuro de nuestros pueblos no debemos olvidarnos de la participación cultural, pues es una herramienta ideal para el desarrollo. Quienes vivimos en los pueblos somos las personas que conocemos nuestro entorno. Debemos aprender a revalorar nuestros conocimientos, nuestras técnicas y nuestras propuestas como patrimonio cultural propio, y ponernos manos a la obra. Pongamos en valor la cultura rural, a nuestros vecinos, a nuestras gallinas y vacas, nuestros bizcochos, nuestra forma de unirnos para cortar leña. Porque sólo poniendo en valor a nuestros pueblos (y a sus habitantes) conseguiremos enseñar al mundo lo importantes que son (y somos).

 

Por Miriam Julián, psicóloga social

La serie divagaciones de psicología social desde el pueblo nace con la idea de acercar la psicología social a todos los públicos y permitir la reflexión para quienes tengan conocimientos sobre la materia. 

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